domingo, mayo 01, 2005

Hacer la nada

He cambiado de sitio. He movido mi escritorio y ahora puedo ver los holanes del Cerro de la Silla. La calle de enfrente, también: una mujer con el niño en brazos solla al carbón con un trozo de papel; un hombre joven usa una de esas cortadoras de césped en sus dos metros cuadrados de jardín. Siempre he dicho que esta es un colonia pretenciosa que da risa. Es curioso cómo los domingos la gente sale de sus casas a una suerte de marcha triunfal de higiene y desinfectante: limpian los claros de las puertas, los alféizares, bruñen no sé cómo el romo concreto de sus patios; atisban a los niños mientras cruzan miradas de condescendencia con los vecinos, algunos hasta platican del clima o del alza del gas. Respondiendo a las demandas de mi hermano que a su vez fueron sugerencias de un cliente suyo, Un viejito que quería deslindar un predio, me dijo, ahí tienes que el señor llega a mi oficina y saca unos palitos de metal y empieza a sentir las vibras, Es pura cosa científica, prosiguió, y zas! que detecta una zona de la oficina que tiene el mal, por eso uno de mis trabajadores se la pasa de huevón todo el día, !claro! cambié el orden del mobiliario, no quiero malas vibras.
Cuando estrené esta casa, dispuse el escritorio contra una pared. Siempre escribe orientado hacia el norte, me dijo el tío Rodolfo, eso despeja de nubarrones la conciencia. Pero también hubo motivos técnicos: el norte de la pieza conectaba con el estudio de Javier y ambos compartíamos la conexión de internet: un agujero en la pared hizo posible la sana convivencia electrónica. Cuando me disponía a escribir, alterado de imágenes que suponía los más altos registros poéticos, ya sentado frente a la computadora y por lo mismo, frente a la maldita pared, ocurría un olvido, una desmemoria que me empujaba invariablemente a abandonar las letras y a navegar en el soporífero entretenimiento de la red. Curiosamente, cuando la escritura resultaba necesaria como urgente (un artículo, la entrega de un capítulo de novela, etc), salía exprofeso del estudio y me instalaba en el comedor, ahí la escritura se deslizaba ocurrente y plástica. Es que eres minimalista, me dijo Javier, y en el comedor hay mucha limpieza visual. Es por la ventana, pensé, me gusta mirar más allá. Es porque en ese estudio "hay algo", concluyó mi amiga C., tan propensa al sicoanálisis, Habría que formar una comisión para analizar ése ambiente.
Por supuesto que sin artefactos de difícil manipulación, ergo: palitos de metal; y atendiendo a una y todas las sugerencias, cambié el escritorio y lo dispuse frente a la ventana que da a la calle. El mundo cambió y hoy puedo escribir dudas razonables y entregas de graciosa bisutería.

3 Comments:

At 1 de mayo de 2005, 8:20 p.m., Blogger Mary Carmen San Vicente said...

Pues como primera vez que visito tu blog seguramente me haré cómplice de esa nueva mirada junto con lo que traiga bajo el brazo.

Un saludo afectuoso.

 
At 2 de mayo de 2005, 12:30 a.m., Blogger Dulce M González said...

Bendita y metafórica ventana que te llevó a postear después de 3 meses de silencio virtual (que no del otro). Un abrazo.

 
At 18 de febrero de 2010, 2:03 a.m., Anonymous Anónimo said...

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