sábado, octubre 30, 2004

La poesía, esa visitación del que tiende la mano

Ahora supe del rostro: y en él ocurría su propia plaza y cementerio. Entonces pude abrir la boca y decir magma sin tocar la noche, decir nube y ver el sol de una frente.

él no lo sabe: ha abierto, sin advertirlo, una puerta difícil de cerrar. Uno no puede andar por ahí diciendo la poesía como si dijera es martes y son las diez de la mañana.
De verdad, uno no puede decir la poesía y caminar como si el mundo fuera el mismo, con su escándalo y su andar renqueante.
Vuelve la sensación de ser un arbotante con la nuca ardiendo.
Pero ésta no es mi banca. De modo que tendré que esperar.