domingo, junio 20, 2004

La hora roja

Son varios ya los amigos que insisten en que los textos aquí publicados merodean el delirio y la crueldad. Acaso pasé desapercibidos otros días, otras manos tendidas, otro sol que no calara hondo en la garganta.
Anoche por ejemplo, extravié la brújula y rendí culto a las calles, al neón magenta que atravieza de un golpe la mirada, mientras el coche turba mi pequeño mundo de ciento cincuenta kilómetros por hora.
Luego, en la ansiedad del internet,el desvarío tronó los dedos y otra vez ciento cincuenta kilómetros por hora.
Y el saldo es pura tristeza y puro frenesí. Es un golpe de calor que conmueve la mirada, es un guiño inaccesible desde otro lado del mundo como en Colombia o en Ciudad del Cabo.
Lo que no he dicho es que me pierdo, que no me encuentro la mano en el bolsillo, que olvido los libros en la mesa del café, que salgo absorto a los estacionamientos sin encontrar mi coche.

1 Comments:

At 29 de julio de 2004, 1:47 a.m., Blogger Dulce M González said...

¿ya no vas a escribir nada aquí?
es pregunta

 

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