jueves, febrero 03, 2005

El blog, la pistola y la muerte

Lo primero que hago cuando pretendo concentrarme es cerrar el msg y apagar la lap. No puedo con la terrible cronofagitis ( urde: comer noticias y novedades sin ton ni son, a todas horas y con una ansiedad que crece hasta el paroxismo) y uno debe disciplinarse. Una amiga sicoanalista, que tiene fama de Sargento me dijo que debería arrojar la lap por la ventana y respirar hondo. Entre mis numerosas fantasías el estallido del féretro de plasma y teclado suele visitarme con la frecuencia con la que anoto en mi agenda: comida con M. (la sicoanalista).
Decía que emprendo el ritual de apagar la lap cuando, un segundo antes, me asalta la idea de revisar mi blog. Ya sé que hace más de quince días no escribo ahí. Es un horror -pienso, esto del blog es como comprarte una mascota o suscribirte a un periódico, te quita dos horas de vida al día y no te da la satisfacción que imaginaste.
Yo no pierdo el tiempo en esas pavadas -dice mi amiga C. , pero mi amiga C. tiene tres perras, dos gatos y un marido. Si tuviera blog ya estuviera pidiéndome una pistola.

La pistola, es cierto. La pistola y la realidad.

Estos días mi amiga D. habla de la realidad, de sus fronteras. Su reflexión siempre me ha parecido fascinante porque es producto de ciertas obsesiones momentáneas que la inflitran y nos infiltra a quienes estamos cerca de ella.
No sé cómo llegamos al tema de la muerte. Si me muero -dice mi amiga D. que me dé un paro y ya. Y yo: y si no, siempre habrá una pistola humanitaria cerca. Y si no, acota mi amiga C., la eutanasia. Los tres reímos con descaro, burlándonos de la muerte, sacándole la lengua.